sábado, 30 de enero de 2010

Compañeros,

Como todos sabrán, el convenio firmado en agosto/2008 con la empresa se denuncio el año pasado para mejorarlo, por lo que se deberá renegociar un nuevo convenio. Para esto se armo un borrador con las ideas surgidas a la fecha y las que pudieran aparecer, y que en los primeros meses de este año nos pudieramos juntar a discutir la plataforma que finalmente se presente en la mesa de negociación. Sabemos que en estos meses se hace difícil poner la cabeza en estos temas ya que la mayoría está pensando en los días de licencia, pero si no terminamos en febrero de armarlo, no podremos sentarnos a negociar. También esta el tema de definir los delegados, ya que hasta el momento hay solo uno confirmado de los tres elegidos; todos estos temas se tratan solo en las asambleas.

Les pido a todos los que crean en el grupo y en que la única forma de lograr mejoras duraderas para todos es pelearla todos juntos, que concurran a las asambleas. Que vayan a conciencia y pensando no en si mismos sino en lo mejor para todos. Si nos solidarizamos y pensamos que esto funciona entre todos, podremos como en el 2008 lograr muchas cosas, para los que estamos y los que vendrán.

lunes, 18 de enero de 2010

REVOLUCIONES BURGUESAS

LA BURGUESÍA Y SU LUCHA POR LA CONQUISTA DE DERECHOS POLÍTICOS

Después de la Revolución Industrial, que comenzó en Inglaterra a mediados del siglo XVIII, poco a poco la industria se convirtió en la actividad económica más importante no sólo en la sociedad inglesa, sino también en otras regiones de Europa. Este proceso fue la primera fase de la industrialización en el continente europeo, y se extendió hasta aproximadamente 1840, cuando se produjo la primera crisis del capitalismo.

LA ORGANIZACIÓN DE LA ECONOMÍA
Las características de la actividad industrial durante esta primera fase fueron las siguientes.
• La mayoría de las fábricas estaban dedicadas a la industria textil. Las máquinas de vapor casi no se empleaban en otras ramas de la industria. Por esto, durante la primera fase de la Revolución Industrial, los viejos sistemas de producción como el trabajo a domicilio o la actividad artesanal independiente, convivieron con las fábricas.
• Las diferentes regiones del planeta se fueron especializando en una actividad económica determinada, y se estableció una división internacional del trabajo. En el siglo XIX, algunas regiones —América del Sur, América Central, Asia y África— se especializaron como productoras de materias primas; y otras —Inglaterra y Francia— se especializaron como productoras de manufacturas.
• El desarrollo industrial europeo fue desigual: no se produjo en todos los países al mismo tiempo.
La industrialización comenzó en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII y continuó en Francia durante las primeras décadas del siglo XIX. La industrialización Alemana fue más tardía, ocurrió recién a mediados del siglo XIX. Italia tuvo que esperar hasta los primeros años del siglo XX y solo se industrializó el norte. Otros países como España tuvieron escaso desarrollo industrial.

LA ORGANIZACIÓN DE LA SOCIEDAD
La sociedad europea —especialmente la inglesa— también cambió notablemente como consecuencia de la Revolución Industrial.
• La población urbana superó en número a los campesinos. Sin embargo, los trabajadores rurales continuaron siendo mayoría en las regiones donde no hubo industrialización.
• La situación de la aristocracia rural también cambió: en la sociedad de esta época los hombres más ricos ya no eran sólo los grandes terratenientes, sino también los burgueses que se dedicaban a la actividad industrial. Por esto, en Inglaterra, los propietarios rurales invirtieron su capital cada vez con mayor frecuencia en la actividad comercial e industrial.
• La burguesía industrial concentró el poder económico y durante esta fase se fue consolidando como clase social. Este proceso fue más rápido sobre todo en Inglaterra, mientras que el desarrollo de la burguesía industrial fue más lento en los otros países europeos.
• El número de obreros creció al mismo tiempo que se expandió la industrialización. En comparación con la población total, su número era todavía pequeño, excepto en Inglaterra. Sin embargo, su importancia social y política fue cada vez mayor.

LA PRIMERA CRISIS DEL CAPITALISMO
Entre 1830 y 1840, la primera fase de la industrialización, basada en la actividad textil, llegó a sus límites porque se habían producido más artículos textiles que los que los mercados podían comprar.
Esta primera crisis de la economía capitalista se reflejó en una fuerte caída del crecimiento económico: como disminuyeron los beneficios que la burguesía industrial obtenía de la actividad textil, cerraron fábricas y se despidió a muchos obreros. Al mismo tiempo, en el campo se perdieron cuantiosas cosechas y los precios de los alimentos aumentaron. Los más perjudicados por las consecuencias de esta crisis fueron los obreros, ya que sus salarios disminuyeron y muchos de ellos quedaron sin empleo. El descontento de los más pobres se extendió por toda Europa y originó movimientos de protesta y rebeliones.

LA RESTAURACIÓN DEL ABSOLUTISMO
A partir de 1814, después de la derrota de Napoleón, en Europa se restablecieron las monarquías absolutas y el clero y la nobleza recuperaron algunos de sus privilegios. Para asegurar su retomo al poder, las monarquías más importantes de Europa se reunieron en el Congreso de Vierta. Allí establecieron el Tratado de la Santa Alianza con el objetivo de restaurar el antiguo orden absolutista. Pero la burguesía no aceptó perder las ventajas de los principios de libertad y de igualdad que habían surgido con la Revolución Francesa y que las campañas de Napoleón habían difundido por el continente.

LA REACCIÓN DE LA BURGUESÍA LIBERAL
Durante las primeras décadas del siglo XIX, la mayor parte de la burguesía fue liberal. Estaba unida en su oposición al absolutismo y en la defensa de las libertades civiles y políticas de los individuos. En el plano político, una de las ideas más importantes del liberalismo de la primera mitad del siglo XIX fue considerar necesario el establecimiento, en cada país, de una Constitución: un conjunto de leyes fundamentales que obligaban por igual a gobernantes y a gobernados, que protegían los derechos naturales de los individuos y limitaban el poder del rey. Y éste fue el principal objetivo de los movimientos revolucionarios que encabezó la burguesía en diferentes países europeos entre 1820 y 1848.
En 1830, burgueses, estudiantes, guardias nacionales y obreros tomaron la ciudad de Paris al grito de "Libertad, Libertad,...". La burguesía luchaba por el establecimiento de una Constitución que garantizaran las libertades de expresión, de asociación, de reunión, separaran los poderes de gobierno, para evitar la posibilidad de una tiranía, y el derecho al voto para aquellas personas que cumplieran ciertos requisitos.

LA BURGUESÍA FRENTE A LA POBREZA
En el plano económico, algunos principios del liberalismo también resultaron útiles para los intereses de la burguesía. El desarrollo de la industrialización planteé la necesidad de explicar y justificar la creciente miseria en la que vivían los trabajadores y el resto de los habitantes de las ciudades.
La teoría que proporcionó argumentos a la burguesía fue el liberalismo económico. Dos pensadores ingleses, Adam Smith y Thomas R. Malthus, sentaron sus bases. Tanto Smith como Malthus sostuvieron que los gobiernos no debían intervenir en la economía ni en los problemas sociales que originaba la actividad económica. De acuerdo con estos principios, los Estados europeos del siglo XIX se limitaron a garantizar el orden público en el interior de sus fronteras. En la sociedad de la época, la riqueza era considerada una virtud individual; y se justificó la existencia de la pobreza, que comenzó a verse como una consecuencia del vicio y del pecado.
Sin embargo, en los años que transcurrieron hasta 1848, los trabajadores fueron aliados de la burguesía en la lucha contra el absolutismo restaurado. Los obreros se sumaron a las luchas de los burgueses que reclamaban la plena vigencia de los principios del liberalismo. Por otra parte, un sector de la burguesía liberal alentaba la alianza porque creía que el capitalismo generaba un progreso que iba a mejorar las condiciones de vida de todos los integrantes de la sociedad. Por eso, llevó adelante acciones políticas radicales con el fin de destruir los obstáculos que se oponían al desarrollo del capitalismo.
Los movimientos revolucionarios de 1820. En España, Portugal y el Reino de las Dos Sícilias, los revolucionarios lograron la sanción de Constituciones liberales. Pero la intervención militar de Austria y Francia en ayuda de los monarcas absolutos afectados —de acuerdo con lo establecido en el Tratado de la Santa Alianza—, derrotó estas experiencias revolucionarias. Las luchas por el establecimiento de los principios liberales tuvo características especiales en Grecia. A partir de 1821 comenzó la guerra de liberación griega del imperio turco-otomano, en la que fue decisiva la intervención de las fuerzas de la Santa Alianza. Gran Bretaña, Francia y Rusia vencieron a los turcos, declararon la soberanía nacional de Grecia y, luego de derrotar al movimiento liberal griego, favorecieron el establecimiento de una monarquía absoluta. Como consecuencia de las diferencias entre Rusia y Austria sobre esta “cuestión de oriente “, la Santa Alianza se disolvió.
El objetivo político de los revolucionarios de 1820 fue lograr el establecimiento de monarquías constitucionales —como la inglesa—. También se propusieron asegurar el funcionamiento de los parlamentos, ya que, frente al absolutismo monárquico, el parlamento era la institución que permitía la participación de los burgueses en el gobierno, que cada vez tenían mayor poder económico.
Los movimientos revolucionarios de 1830. Las revoluciones de 1830, dividieron Europa en dos regiones. Al oeste del río Rhin, los liberales moderados derrotaron a la alianza de los absolutismos. Al este del Rhin, en cambio, todas las revoluciones fueron reprimidas y la situación se mantuvo como antes de 1830. En estos países, la mayor parte de la población estaba compuesta por campesinos que todavía vivían sometidos a una organización económica de tipo feudal.
En Europa occidental, las revoluciones de 1830 significaron la derrota definitiva del absolutismo. Desde entonces, en los distintos países, el gobierno estuvo a cargo de representantes de la alta burguesía de industriales y banqueros, que desplazaron a los miembros de la aristocracia terrateniente.
El régimen de gobierno que se consolidó en Inglaterra, Francia y Bélgica fue una monarquía constitucional que garantizaba la vigencia de las libertades individuales económicas y políticas. La participación política se abría exclusivamente a una parte de la población mediante el sufragio restringido. Sólo aquellos ciudadanos que eran propietarios, tenían determinado nivel de ingresos o determinado grado de instrucción escolar, tuvieron derecho al voto y a ser elegidos representantes parlamentarios.
La revolución que estalló en Francia en julio de 1830 contra el absolutismo del rey Borbón Carlos X, inició la oleada revolucionaria que se extendió por toda Europa. En París, burgueses estudiantes, obreros asaltaron armerías, armaron barricadas y pidieron por la abdicación del rey. El ejèrcito se negó a reprimir a los revolucionarios y el rey abandonó el país. Se le entregó la corona a Luis Felipe de Orleans que adhería a los principios liberales.

LAS REVOLUCIONES DE 1848
Desde 1830, Francia era gobernada por la alta burguesía (industriales y banqueros). Sus políticas habían producido un gran descontento entre los obreros urbanos, sobre todo los de París, y también en la pequeña y mediana burguesía (comerciantes, artesanos, profesionales). Esta situación se agravó con la crisis económica de 1846-1847, producida por malas cosechas y por una inestable situación social y política que afectaba a los sectores populares.
En febrero de 1848, los obreros parisinos junto con la burguesía liberal que quería ampliar los derechos políticos, ocuparon las calles, reclamando el fin de la Monarquía y el establecimiento de la República. Si bien esto se logró, pronto se manifestaron las diferencias entre los revolucionarios, representadas por dos banderas: la tricolor de los burgueses liberales y la roja de los obreros oprimidos por las pésimas condiciones de trabajo. El triunfo de la primera y la represión de junio contra el proletariado determinaron la victoria de las propuestas políticas liberales y la postergación de la revolución social. Éste fue el inicio de la consolidación del sistema capitalista en Francia.
La revolución de 1848 se expandió muy rápidamente (en menos de un mes) a buena parte de Europa (Alemania, Prusia, Austria, Italia, Hungría) e incluso a América (Brasil, Colombia). Pero con la misma rapidez fracasaron esos intentos de mejorar las condiciones sociales de las clases trabajadoras.
Si bien los cambios no fueron los esperados por los grupos más revolucionarios, se instalé definitivamente un nuevo sistema político, en el que, para conservar “el orden social” establecido, debieron ampliarse los derechos políticos y responder a los reclamos de todos los sectores sociales, aunque no fueran significativos.
Entre las interpretaciones posteriores a estos sucesos revolucionarios se encuentra aquella que sostiene que con tal de no perder todo, la burguesía prefirió ceder algo.

1848: Hacia la Democracia Liberal
El movimiento revolucionario de 1848 fue el que mas se extendió por Europa, pero el de menos éxito: con la única excepción de Francia, en el resto de los países los antiguos gobiernos recuperaron el poder en muy poco tiempo, y los revolucionarios fueron encarcelados o exiliados. En Francia se proclamó la republica, que duró algo más de 2 años. El único cambio irreversible fue la abolición de la servidumbre en el Imperio de los Hasburgos.

Las fuerzas sociales y políticas en 1848
La oleada revolucionaria de 1848 también comenzó en Francia y el nuevo estallido estuvo relacionado con los resultados de la revolución de 1830. El régimen de gobierno establecido desde entonces favorecía a la alta burguesía; pero negaba el sufragio universal a la baja burguesía y a los intelectuales, y los trabajadores no habían obtenido ningún beneficio de él. La situación se agravó cuando, a partir de 1845, se acentuó la crisis económica. Una serie de malas cosechas provocó un fuerte aumento en los precios de los alimentos básicos de los trabajadores: los cereales y las papas. El cierre de fábricas por causa de la crisis de la industria textil había aumentado el desempleo, y el hambre se generalizó. En toda Europa, casi simultáneamente, miembros de la baja burguesía y estudiantes se unieron a las protestas de los obreros. En Francia, el ejército y la policía se negaron a reprimir a los aliados revolucionarios: el rey abdicó y se proclamó la República.

La experiencia de la Segunda República Francesa
Lo que diferenció a la revolución que se desarrollé en París en febrero de 1848 fue que, por primera vez, tos trabajadores tuvieron demandas específicas diferentes de las de los burgueses. La baja burguesía pedía una reforma del sistema electoral y parlamentario para lograr un mayor grado de participación en el gobierno. En cambio, los obreros pedían soluciones al problema de la desocupación y del hambre: entre 1846 y 1848, el cierre de los talleres de ferrocarriles había dejado sin empleo, en París, a 500.000 obreros.
El gobierno provisional que se organizó luego de proclamada la República, conté con la participación de un obrero y de un representante de los intereses de los obreros como ministro de trabajo, el socialista Louis Blanc. Entre febrero y mayo de 1848, este gobierno provisional —con el apoyo de los pobres de las ciudades y de burgueses republicanos moderados— realizó las siguientes acciones: establecimiento del sufragio universal; abolición de la esclavitud colonial; abolición de la pena de muerte por delitos políticos; creación de los Talleres Nacionales para solucionar el problema del desempleo en la ciudad de París.

La derrota de los trabajadores
La primera elección que se realizó en Francia con la vigencia del sufragio universal dio por resultado una Asamblea constituyente integrada en su mayoría por partidarios de la monarquía y de reformas moderadas. La mayor parte de la población, que era todavía rural, no había tomado contacto con las nuevas ideas que impulsaban los burgueses radicales y republicanos, ni con las ideas socialistas que defendían los intereses de los obreros. Por esto, en las ciudades del interior de Francia la población masculina votó por aquellos miembros de la sociedad que conocía: los médicos, los abogados, e incluso los nobles que ocupaban un lugar destacado en su ciudad.
Esta Asamblea se enfrentó con el gobierno provisional y, reafirmando los principios del liberalismo económico, decidió el cierre de los Talleres Nacionales.
El balance de 1848: la burguesía conservadora
Cuando la burguesía tomó conciencia de la enorme fuerza que tenía el conjunto de los trabajadores pobres, sintió sus intereses amenazados y, desde entonces, muchos liberales moderados se fueron convirtiendo en conservadores. A medida que los burgueses moderados se retiraron de la alianza, los trabajadores y los burgueses radicales quedaron solos frente a la unión de las antiguas fuerzas aristocráticas y la burguesía conservadora. Las revoluciones de 1848 fueron derrotadas porque los partidos del orden se impusieron sobre la revolución social.
Los trabajadores habían luchado no sólo por el derecho al voto para todos los ciudadanos, sino también por reformas en la organización de la economía y la sociedad que mejoraran sus condiciones de vida. Ante las demandas de los obreros, la baja burguesía liberal y moderada consideró que la propiedad privada estaba en peligro y se alió nuevamente con la alta burguesía.
Luego de la experiencia vivida, los gobiernos conservadores que retomaron el poder se propusieron poner en práctica muchos de los principios del liberalismo económico, jurídico y cultural.
Entre 1848 y 1849, los conservadores habían comprendido que la revolución era peligrosa y que las demandas más importantes de los radicales y obreros —especialmente las económicas— podían satisfacerse a través de reformas. Las reformas económicas reemplazaron a la revolución y la burguesía dejó de ser una fuerza revolucionaria.
A pesar de que en 1848, en Francia, la revolución había terminado con la derrota de los obreros, la gran movilización de trabajadores, entre otras razones, impidió la limitación del sufragio. También en noviembre de 1848, la elección del nuevo presidente de la República Francesa se hizo por sufragio universal. Los franceses no eligieron a un moderado, pero tampoco a un radical. El ganador fue Luis Napoleón Bonaparte. Para los gobiernos europeos, la elección de Luis Napoleón hizo evidente que la democracia de sufragio universal —la institución que se identificaba con la revolución— era compatible con el mantenimiento del orden social.

La democracia liberal
Durante la primera mitad del siglo XIX, muchos pensadores y gobernantes de Europa occidental estaban convencidos de que, en las sociedades de su época, el desarrollo del capitalismo y el establecimiento de la democracia de sufragio universal eran objetivos incompatibles. Y en esta afirmación coincidían, por ejemplo, pensadores liberales que representaban el punto de vista de los burgueses —como el francés Alexis de Tocqueville y el inglés John Stuart Mill— y un pensador socialista que representaba el punto de vista de los trabajadores, el alemán Karl Marx.
El desarrollo del capitalismo había generado una multitud de trabajadores pobres que, paulatinamente, se iban transformando en la mayoría de las poblaciones de las sociedades europeas. Sobre la base de diferentes argumentos, tanto para Stuart Mill y para Tocqueville como para Marx, el mayor número de los trabajadores pobres era la razón que hacía incompatibles el capitalismo y la democracia. Para los liberales, la extensión del sufragio universal, al establecer un voto por persona, iba a dar lugar al gobierno de los trabajadores pobres, que no tenían ninguna educación.
Desde su punto de vista, al carecer de la preparación necesaria para ejercer el gobierno, gobernarían exclusivamente en función de sus intereses, y la democracia dejaría de estar vigente. Para los socialistas, en cambio, el gobierno de los trabajadores terminaría destruyendo al capitalismo.
Sin embargo, el desarrollo del capitalismo continúa hasta nuestros días aunque desde la segunda mitad del siglo XIX, progresivamente, cada vez fueron más los individuos reconocidos como ciudadanos con derecho a voto. En la actualidad, en casi todas las sociedades capitalistas son ciudadanos todos los adultos, cualquiera que sea su nivel de riqueza y de instrucción, su ocupación, su raza y su religión.
La democracia liberal es el sistema político que hace posible —simultáneamente— la vigencia del sufragio universal, el mantenimiento del capitalismo como forma de organización de la economía y la legitimidad de los reclamos de la sociedad por el respeto por parte del Estado de los derechos sociales y humanos.

sábado, 2 de enero de 2010

Desarrollo y subdesarrollo

Concepto de subdesarrollo
El concepto de subdesarrollo, y sobre todo el de país subdesarrollado, es un muy moderno. Aparece durante la descolonización, en los años 50. Existe la tendencia a enfocar el problema del subdesarrollo como un dato estadístico y comparativo, entre los países ricos y los pobres, por su renta per cápita o su producto interior bruto. Sin embargo, no es lo mismo una sociedad no desarrollada que una sociedad subdesarrollada. Aquella es una sociedad no capitalista, sin los avances tecnológicos propios de la sociedad occidental, pero perfectamente estructurada y que responde a las necesidades de sus individuos y del medio. La sociedad subdesarrollada tiene otros problemas, derivados de ser una sociedad capitalista con un bajo de nivel tecnológico y una renta mal repartida. Pero, además, es una comunidad que no responde a las necesidades de sus individuos, que sufren altos índices de paro, subempleo, delincuencia y marginalidad, y que tampoco responde a las necesidades del medio, ni está en sintonía con él.
El concepto de subdesarrollo se divulga durante los años 60 gracias a los medios de comunicación de masas, que lanzan como problema el hambre en el Tercer Mundo, las guerras, las dictaduras, etc. Durante los años 60 el subdesarrollo se entiende como una consecuencia del bajo consumo. Por un lado está subdesarrollado, o es pobre, el que no puede consumir; y por otro, la doctrina keynesiana vincula el desarrollo y el crecimiento económico al consumo. Los niveles de consumo de los países capitalistas desarrollados son un estadio de civilización al que todo el mundo está abocado.
La crisis económica de 1973 puso en duda que el desarrollo económico por el consumo fuese ilimitado, ya que los niveles de consumo tenían un límite. Se hizo patente que las posibilidades de supervivencia del sistema económico, dependía de la buena distribución de la renta.
Las desigualdades aparecen cuando existe gran diferencia entre el número de consumidores y la capacidad del aparato productivo. Esto se traduce, a escala local, en las diferentes formas de posesión y uso de los recursos, y de los medios de producción.
Los países subdesarrollados dependen industrial y económicamente de los desarrollados. Son estos los únicos capaces de acumular capital a costa de los recursos ajenos. La inversión en un país subdesarrollado tiene como objeto obtener unos beneficios, y por lo tanto detraer capital de la zona. Los canales de comercialización de los productos están en manos de los países desarrollados. Es aquí donde mayores capitales se acumulan, ya que tienen la función de poner en el mercado los artículos.

Características de los países subdesarrollados
Estas características son, frecuentemente, explicaciones, y excusas, de porqué un país está subdesarrollado.
En primer lugar, sus habitantes apenas disponen de lo necesario. El concepto de lo necesario se amplía en la sociedad capitalista de consumo de masas. Es la vieja teoría que vincula el desarrollo y el consumo con el crecimiento económico. Es un concepto relativo que se amplía con el desarrollo económico.
Otra característica es la sub-producción de tipo capitalista. Los recursos no están aprovechados. Según esto, sólo es posible producir en fábricas al modo capitalista, consumiendo los recursos de manera predadora. Pero el concepto de recurso es algo que cambia con la tecnología, y las posibilidades que tiene una sociedad para utilizarlo.
Otra de las características de los países subdesarrollados es su alto crecimiento demográfico, debido a causas endógenas. Existe la creencia de que las altas tasas de incremento de la población impide el desarrollo económico. Esto, que puede ser cierto a escala familiar o en el corto plazo, no lo es a escala nacional, ya que una masa de población grande garantiza una mano de obra abundante y barata, que, además, es consumidora. Si la población es mayoritariamente dependiente, o está en el paro, se debe a los bajos niveles de inversión, y no a los altos índices de población.
Otra de las características de los países subdesarrollados es la dependencia económica del mundo desarrollado, en un nuevo tipo de colonialismo, neocolonialismo, según el cual la inversión industrial y los canales de comercialización del producto están en manos de los países ricos, frecuentemente las antiguas metrópolis. La reducida inversión implica unos bajos índices de industrialización, que además depende del exterior, y que, en última instancia, se lleva los beneficios del capital y las horas trabajadas.
Tras la crisis de 1973 los países del Tercer Mundo se industrializan gracias a la política de desconcentración productiva de las grandes multinacionales; que buscan en los países y los trabajadores del Tercer Mundo condiciones más ventajosas: para las empresas, de contratación de la fuerza de trabajo, impuestos, etc. Esto implica la total desarticulación de la economía tradicional, ya que las nuevas industrias atraen a parte de la población activa y la convierte en proletariado industrial, ajeno y desvinculado de la economía tradicional del país.
Otra de las características del Tercer Mundo es el intercambio desigual de las mercancías. Ellos producen materias primas y compran productos elaborados de alto valor añadido. Esta situación está cambiando con la nueva industrialización de los países del Tercer Mundo, aunque no son ellos quienes se llevan los beneficios.
Según esto, existen unas características tópicas de lo que es un país subdesarrollado: insuficiencia alimentaria, déficit social, analfabetismo, recursos desatendidos o derrochados, elevado porcentaje de agricultores, escasez de clase media consumista, incompetencia industrial, hipertrofia del sector terciario, bajo PIB, desempleo, subempleo y trabajo infantil, subordinación económica, desigualdades sociales internas acusadas, crecimiento demográfico, persistencia de la miseria, etc. Todas estas características son valoradas comparativamente con los países desarrollados. Pero esta concepción de lo que es un país subdesarrollado ha quedado desfasada, ya que se han desarrollado unos procesos de industrialización, alfabetización, caída del crecimiento demográfico de la población, y de descenso de la producción y la productividad agrícola, que hacen temblar estos criterios.
En realidad, estas características de los países subdesarrollados son los efectos que una economía subdesarrollada produce en una población, no las causas. Son fruto de la desigualdad intrínseca que introduce el sistema capitalista, que tiende a acumular capital en unos países detrayéndolos de otros.
Si analizamos atentamente las sociedades de los países capitalistas podemos encontrar grupos de población que tienen las mismas características que las de los países subdesarrollados, es el llamado cuarto mundo, la única diferencia es que en los países del Tercer Mundo esta población adquiere el carácter de endémica, ya que están alejados del centro capitalista, y que tienen unos canales de distribución de la riqueza malos y escasos.

El crecimiento de las necesidades
Tras la crisis de 1929 aumentan las rentas familiares, ya que la forma de salir de la crisis se hace aumentando el gasto, tanto público como privado. El aumento del gasto hace crecer el mercado y el consumo de bienes, los cuales se diversifican cada vez más y son más numerosos. Los productos deben aparecer y desaparecer rápidamente del mercado, y ser perecederos. El consumo es el factor fundamental de crecimiento.
También se desarrollan espectacularmente las actividades de servicios. Es la forma que tiene el sistema capitalista de repartir las rentas, y que la mayoría la población no se dedique a la producción de artículos.
El transporte individual, la información, la comunicación y el ocio consumista son las señas de identidad de esta etapa.
El gran impulsor de este tipo de economía de consumo de masas es la clase media, con rentas que les permiten adquirir bienes, pero no acumular capital.
El Estado tiende a cubrir muchas necesidades que poco a poco se van haciendo básicas, como la educación o la salud. Es lo que se conoce como Estado del bienestar.
Esto implica un cambio en el concepto de pobreza, que ya no se mide por las rentas sino por la capacidad de consumo. Los pobres se recluyen en guetos, en un proceso de segregación espacial y marginación. No obstante, en los países desarrollados todas las personas se pueden alimentar y tener las necesidades básicas cubiertas, cosa que no ocurre en el Tercer Mundo, donde el hambre es un mal endémico y las políticas económicas aplicadas impiden la ayuda y la distribución de la riqueza.
Sin embargo, en la sociedad actual de los países ricos no basta tener las necesidades básicas cubiertas; la sanidad, la educación y la cultura son necesidades que nadie, en los países desarrollados, puede renunciar y a las que tienen derecho.
La vida urbana crea nuevas necesidades: de vivienda, equipamiento, transporte, vestido, etc. creadas, en su mayor parte, por la publicidad. Muchas de estas necesidades suponen un aumento del consumo de energía.
El crecimiento de la población agrava coyunturalmente los problemas, ya que amplía el número de gente que debe cubrir esas exigencias.
En el Tercer Mundo no existen los mecanismos necesarios para que la población acceda a los niveles de consumo que se les ofrece.
La publicidad es el gran creador de necesidades, las cuales aumentan en la medida que esta es capaz de lanzar nuevos artículos al mercado.

El crecimiento demográfico
Con la revolución industrial, y el crecimiento de la productividad, aumenta, también, la población, en el proceso de transición demográfica. Las tasas más altas se alcanzan cuando desciende la mortalidad y se mantiene natalidad, alcanzando el máximo poco antes de que comience a descender la natalidad.
A diferencia de lo que pasa en los países desarrollados, que la transición demográfica dura entre 120 y 90 años y su crecimiento anual máximo nunca supera el 2%, en los subdesarrollados la transición demográfica se supone que debe ser mucho más corta y los crecimientos anuales máximos superan en 2%. Esto implica un exceso de población en el momento crítico del desarrollo económico; y que además no tiene alternativas, como las tuvo Europa con la emigración a los países nuevos y las colonias.
Los países desarrollados resolvieron este problema introduciendo prácticas de control de natalidad, más eficaces cuanto mayor era el nivel cultural y el desarrollo económico, además de recurrir a la emigración. No obstante, siempre estuvo presente el desempleo y el subempleo, ya que el sector productivo siempre oferta menos empleos de los que se demandan.

Agricultura y desarrollo
Desde los tiempos del sistema colonial data la dedicación de ciertas zonas del mundo a la agricultura y a la extracción de materiales y materias primas, gracias a un sistema de especialización productiva que buscaba ventajas comparativas. Este sistema implicaba una red de interdependencias entre la metrópoli y la colonia.
Desde el comienzo de la revolución industrial, la técnica y la ciencia han proporcionado a la agricultura métodos y técnicas de cultivo que aumentaban la productividad de la tierra, pero será a partir de 1944 cuando este proceso adquiera dimensiones de revolución. Este progreso era necesario para asegurar el aporte alimenticio a todo el mundo, pero ha incurrido en muchos errores.
La introducción de la nueva economía colonial capitalista suponía la destrucción de la economía tradicional de subsistencia y de los modos de producción de las civilizaciones indígenas. El modelo agrícola que se establece es la economía de plantación especulativa, que funciona como una empresa de producción, con trabajadores asalariados y utilizando todas las ventajas de la tecnología y la ciencia. Se crea un proletariado rural indígena desvinculado de las tradiciones de su civilización: aculturado. Este tipo de economía es muy inestable, ya que el régimen de monocultivo y, la dedicación de la producción al mercado internacional, hace depender su prosperidad de los precios internacionales de los bienes.
La revolución verde permitió a los países desarrollados, tras la descolonización, producir todo el alimento que era necesario para las demandas alimenticias de su población. Esto supuso una caída de los precios internacionales, y una descapitalización en los países con economía de plantación. La descapitalización de las plantaciones significó la imposibilidad de introducir mejoras e insumos que permitieran aumentar la productividad. En estos países se da una dualidad en el régimen de tenencias de tierras; por un lado está la gran propiedad y el latifundio, dedicado al monocultivo de plantación y desvinculado de la agricultura tradicional (aunque cada vez más está en manos autóctonas, sin embargo, no son ellos los que ponen los productos en el mercado); y por otro lado está la pequeña propiedad, en la agricultura tradicional de subsistencia, donde predomina el minifundio y las tierras comunales, de las que frecuentemente se ven privadas, por las plantaciones.
Las plantaciones son las grandes beneficiarias de las inversiones en el Tercer Mundo y de los planes de desarrollo. Las infraestructuras de regadío, los abonos a precios bajos, las subvenciones para la modernización de las explotaciones, etc., sólo pueden ser aprovechadas con ventaja por las plantaciones que disponen de capital suficiente para introducir mejoras, y no se pueden beneficiar de ellas los que viven de la agricultura tradicional, que son los desfavorecidos del Tercer Mundo.
En estos países la reforma agraria es una cuestión permanente. Pero la reforma que se plantea no afecta al régimen de tenencia de tierras, sino que es una reforma técnica y tecnológica de tipo liberal, con lo que se consigue introducir la propiedad privada donde existe, o donde predomina, la propiedad comunal. Este estado de cosas beneficia, sobre todo, a los países ricos, ya que se crean latifundios, y se arriendan las tierras en las peores condiciones para los más débiles.

La ciudad y el sector terciario
Cuando un país se industrializa sus ciudades crecen espectacularmente, y con ellas el sector terciario y de servicios, que es indispensable para poder vivir en una ciudad.
El éxodo rural aparece con la industrialización para concentrar en un punto mano de obra y trabajo, por un lado, población y mercado por otro. La desvinculación entre la tierra y la población crea un proletariado industrial que sólo tiene para sobrevivir su fuerza de trabajo. Sin embargo, una vez terminado el éxodo rural la ciudad se sigue desarrollando por crecimiento vegetativo endógeno, debido a la transición demográfica.
No todo el proletariado tiene la oportunidad de trabajar, puesto que la oferta de puestos de trabajo siempre es menor que la demanda, creándose así desempleo, subempleo y economía sumergida. Aparecen, también, los servicios personales en el nivel más bajo.
Pero no sólo emigran a las ciudades trabajadores del campo, sino, también, los terratenientes, que no tienen que vivir en el campo para mantener sus tierras en producción. Además, emigran los pequeños propietarios que malviven con sus tierras. Con este proceso se descapitaliza el campo en favor de la industria y los servicios. Los capitales liberados son absorbidos por los servicios financieros y la búsqueda de operaciones especulativas.
En la ciudad los símbolos de la modernidad son los rascacielos del centro comercial y las viviendas en altura para las clases medias, así como las chavolas marginales en las orillas de las ciudades, para los pobres recién llegados, muy visibles en los países subdesarrollados.
El funcionamiento de una ciudad es imposible sin el sector servicios: los mercados, los transportes, la cultura, la enseñanza, la salud y las finanzas, que en buena medida son responsables del crecimiento de la ciudad.
El rápido desarrollo de una ciudad implica una rápida construcción de edificios en altura, con los que se especula por el precio del suelo. Esta especulación satisface las necesidades de la oligarquía, que gestiona las ayudas y los recursos que ofrecen las multinacionales y los aparatos estatales.
Para mantener este estado de cosas, la burguesía acude al Estado, a través del ejército, en caso de peligro, formando dictaduras militares de corte fascista.
El crecimiento de los servicios en el Tercer Mundo, al revés que en los países ricos, se ha desarrollado antes que la industria. Además, está compuesto, mayoritariamente, por servicios personales.

La industrialización de los países subdesarrollados
La industrialización del Tercer Mundo es un hecho reciente, que se debe a la política de desconcentración productiva de las multinacionales, y que buscan en los países pobres mejores condiciones de contratación de la mano de obra, incluso llegan a emplear fuerza de trabajo infantil en condiciones de semiesclavitud; y otras ventajas fiscales.
La producción de estas industrias no va dirigida al aumento del consumo interno, sino a la exportación, con lo cual los beneficios de la fabricación también se exportan. La OMC es la institución internacional que vela por la libertad de comercio, con lo que permite a las grandes multinacionales esta búsqueda de fuerza de trabajo barata y esas mejoras fiscales en los países del Tercer Mundo.
Las condiciones en las que trabaja un obrero del Tercer Mundo son mucho peores que las de cualquier trabajador en el mundo desarrollado. Peor seguridad e higiene en el trabajo, poco respeto al medio natural, menos controles de calidad, etc., son las constantes en este tipo de producción. La llegada de las grandes multinacionales hace desaparecer la industria autóctona en escasa medida, ya que esta no era capaz de introducirse en los circuitos internacionales y continúa dedicándose al mercado nacional. Además, fabrica productos de consumo interno, mientras que las multinacionales obtienen mercancías que nada tienen que ver con la industria autóctona. Sin embargo, algunas empresas comienzan a fabricar componentes para las multinacionales y terminan dependiendo de ellas, en exclusiva. Son empresas subsidiarias autóctonas.
Estos procesos han tenido lugar en todos los países del Tercer Mundo, pero ha sido más espectacular en los países asiáticos, por el empuje de la economía japonesa, en México y en Brasil, por su buena posición en las rutas del comercio internacional.
Los beneficios de esta industrialización terminan en manos extranjeras o en la oligarquía autóctona, lo que explica porqué los países siguen subdesarrollados, a pesar de sus altos índices del crecimiento. Faltan los canales de distribución de la riqueza, lo que implica que existan grandes diferencias sociales.
La crisis de 1973 fue el detonante de esta industrialización del Tercer Mundo, ya que en los países desarrollados la energía era muy cara y el proletariado había conseguido unas condiciones de alquiler de la fuerza de trabajo más favorables. Además, la tecnología permitía aumentar la productividad empleando poca mano de obra, aunque muy especializada. Al Tercer Mundo se fueron aquellos procesos productivos que necesitaban mucha mano de obra.

Perspectiva
La situación de los países del Tercer Mundo no es estática, ni está bloqueada, sino que goza de un gran dinamismo, pero los cambios no suelen estar dirigidos, y por lo general son negativos, ya que no hay mecanismos de protección ante los abusos del capital.
En todo el mundo crecen las necesidades que se consideran básicas, gracias a la publicidad, sin embargo no aumenta en la misma proporción la renta ni los recursos disponibles para hacerlas frente y satisfacer tales necesidades.
El paro es un mal endémico y estructural, que detrae rentas de los que ganan algo y alimenta el subempleo o la delincuencia.
Las ayudas financieras al Tercer Mundo no sirven de mucho, porque no hay canales adecuados de distribución de los capitales invertidos. De la obra pública se beneficia el que dispone de capital para aprovecharla con ventaja, es un recurso utópico que permite al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional controlar la política económica de los países del Tercer Mundo a través de la deuda exterior, imponiendo políticas liberales que aseguran el cobro del préstamo, pero que no garantizan el desarrollo económico del país. Otra cosa es la ayuda solidaria, y la llegada de los ahorros de los emigrantes, dirigida a comunidades muy concretas, aunque no es un factor de desarrollo integral de un país.
Los países del Tercer Mundo dependen de la tecnología y de los capitales de los países desarrollados, principalmente de las inversiones de las multinacionales que pueden tomar la decisión de marcharse y dejar el país en la ruina y sin recursos.
Lo más característico de los países del Tercer Mundo son los diferentes grados de desarrollo dentro de una misma región, que se manifiestan geográfica y socialmente entre zonas ricas y pobres, y clases ricas y pobres.
El desarrollo económico de algunos países del Tercer Mundo a supuesto un incremento galopante de la inflación, y como consecuencia un aumento de la pobreza de las clases más humildes.
Las rondas de los países más poderosos para tratar sobre la globalización han supuesto la liberalización del comercio internacional de productos agrícolas, ya estaba liberalizada la industria, lo que significa que la posibilidad de vender estos productos en el mercado internacional está en manos de las compañías de transporte. Por otro lado, los países desarrollados tienen excedentes de todo, y pueden colocar sus productos en el mercado de los países subdesarrollados a precios más bajos que el coste de los autóctonos, e incluso a menor precio que la producción de subsistencia, con lo que saldría más caro producir que comprar.
El sistema capitalista es, por excelencia, depredador de materias primas y contaminante. Cree en el crecimiento ilimitado, habrá crecimiento siempre que exista consumo, indefinidamente.
Pero los recursos no son ilimitados, por lo que, por grande que sea la demanda, puede llegar un momento en que la oferta no sea posible, debido a la escasez de recursos que transformar. Esto hace necesarias nuevas tecnologías que consuman menos y utilicen otros elementos de la naturaleza como recurso.
Se hace imprescindible adecuar los ritmos de explotación y de recuperación de los recursos, para evitar que se agoten. Esto supone que el desarrollo económico capitalista, para un determinado nivel tecnológico, tiene un límite, que es aquel que le impone la disponibilidad del factor tierra y las condiciones ecológicas que lo sustentan. Se hace necesario el desarrollo sostenible.
La solución de los problemas de desarrollo de los países del Tercer Mundo pasa por el desarrollo local, es decir, la creación de circuitos de producción y consumo en mercados de ámbito local, que permitan la creación de capitales autóctonos, bien distribuidos entre todas las clases sociales. Esto implica que la economía debe producir primero para el consumo interno, y no para exportar los recursos que se pueden vender en el mercado internacional de manera especulativa. Este es el modelo de crecimiento que llevó a Japón a ser la segunda potencia del mundo capitalista, basada en el impulso del crecimiento de la demanda interna, y sólo una vez satisfecha esta se dedica parte de la producción a la exportación.
La alta tasa de emigración que han tenido los países del Tercer Mundo desde la década de 1990 ha supuesto la llegada de importantes remesas de dinero a familias concretas que han podido crear pequeños negocios y prosperar dentro de su comunidad atendiendo a las necesidades de sus vecinos. Este proceso ha sido particularmente importante en América Latina, lo que, unido a la estabilidad política, ha permitido un desarrollo económico muy importante de la región, y alguno de los países, como Chile, Argentina, Venezuela, Brasil o México, han conseguido niveles de desarrollo muy cercanos a los de los países ricos. En otros, aunque aún no han alcanzado estos niveles, el cambio ha sido realmente tan espectacular que apenas se reconocen a sí mismos.

Sectores Productivos

Sector primario
Sector de la economía que incluye todas las actividades en las que se obtienen producto directamente de la naturaleza: agricultura, ganadería, pesca, silvicultura y minería.
Las actividades más representativas del sector primario son: la agricultura, la ganadería, la pesca, la minería y la silvicultura.
Hasta la revolución industrial este fue el sector más desarrollado, el que creaba más riqueza y el que empleaba más fuerza de trabajo, los métodos de producción necesitaban mucha mano de obra. En general, se trataba de una agricultura de subsistencia, en la que se consumía todo lo que se producía. La minería era un sector importante que alimentaba las herrerías, y estas ofrecían sus productos a los campesinos.
La revolución industrial y la aplicación a las tareas del campo de máquinas, redujo la necesidad de tanta fuerza de trabajo. También permitió el incremento de la productividad, con lo que se acumularon grandes capitales gracias al aumento de los beneficios. Los capitales, la fuerza de trabajo y las mercancías excedentes se invirtieron en la industria, lo que permitió el desarrollo del sector secundario.
La industria proporciona insumos, que son empleados en la agricultura, la minería y todo el sector primario, en un proceso de retroalimentación.
El segundo aumento de la productividad en la agricultura y ganadería fue la revolución verde. La revolución verde es un proceso en el que se emplean, masivamente, los avances científicos y tecnológicos que se producen en la industria, aplicados a la agricultura, y que se desarrolla principalmente tras la segunda guerra mundial.
La revolución verde permite una mayor reducción de la mano de obra empleada en las tareas agrícolas y un aumento de la productividad de la tierra, lo que genera un exceso de trabajadores, los cuales deben ocuparse en otros sectores, o acaban en el paro. Además, gracias a este incremento de la productividad los precios unitarios de los productos agrícolas descienden.
En los países desarrollados esta agricultura necesita ayudas a la inversión, para renovar el equipo y adecuar el tamaño de las explotaciones a las nuevas necesidades productivas.
Los países desarrollados son autosuficientes en los productos básicos de su dieta y sólo acuden a los bienes del Tercer Mundo cuando son artículos de lujo, o netamente más baratos.
El GATT es el organismo que vela por la libre competencia y el libre comercio internacional. La Ronda Uruguay del GATT celebrada en 1994 permite la liberalización del comercio de los productos agrícolas. Como el comercio de estos productos está en manos de los países desarrollados son estos los más favorecidos por la liberalización. El 1 de enero de 1995 fue sustituido por la OMC (Organización Mundial del Comercio).
En los países desarrollados el sector primario ocupa cada vez a menos población activa y tiene un peso menor en el PIB, pero en los subdesarrollados aún tiene mucha importancia, tanto desde el punto de vista económico como en lo que a ocupación de la población se refiere.

Sector secundario
Sector de la economía que incluye todas las actividades de transformación de la materia prima en producto elaborado, de manera industrial.
El sector secundario abarca a la industria y a todas las actividades de transformación de la materia prima en un bien de equipo o consumo.
La industria tiene su despegue durante los siglos XVIII y XIX en el período conocido como revolución industrial. El despegue industrial se debe, principalmente, a la utilización de la tecnología en las tareas del trabajo. Esto es posible gracias al trasvase de capitales, fuerza de trabajo y mercancías desde el sector primario, la agricultura principalmente, al sector secundario.
El sector industrial se caracteriza por la concentración geográfica de la producción, buscando ventajas comparativas y de localización, y la de la población. Surgen, así, las grandes ciudades y las regiones industriales, y también las regiones especializadas en determinados productos. Ni las ciudades, ni las regiones especializadas son autosuficientes para producir todo lo que necesitan. Aparece, de este modo, la necesidad de crear mercados más amplios, de ámbito nacional o internacional, en los que comprar y vender. En este proceso el transporte va a tener un papel fundamental, que no sólo impulsa la industria, sino que además es uno de sus principales consumidores. Con la creación de mercados nacionales e internacionales caen las barreras aduaneras, el proteccionismo económico sólo aparecerá en caso de crisis, y se reducirán los precios unitarios del transporte.
El sector industrial es el más contribuye al PIB y el que más fuerza de trabajo emplea hasta la segunda guerra mundial, tras la que empieza a perder importancia a favor de los servicios.
Se distinguen tres tipos básicos de industria: la industria pesada, la industria de equipo y la industria ligera. En sentido estricto, una industria pesada es aquella que trata grandes cantidades de productos brutos, pesados, para transformarlos en productos semielaborados. En realidad, estos artículos son en su mayoría bienes de equipo, por lo que se considera como industria pesada a las de primera elaboración y como industrias de equipo a las que emplean productos semielaborados. La industria ligera es la que produce bienes de uso y consumo particular. Para ello utiliza materias primas y productos semielaborados. Aunque la industria alimentaria moviliza grandes cantidades de mercancía, el destino de estos artículos es el mercado al por menor.
Las nuevas tecnologías también han hecho aumentar la productividad en la industria. Los robots y las tareas automatizadas permiten realizar el mismo trabajo con menos obreros y en menos tiempo. Las nuevas tecnologías crean nuevas industrias pero en menor proporción que los puestos de trabajo que se destruyen. El exceso de trabajadores, capitales y mercancías se invierten en el sector servicios, que tiene un incremento espectacular.
En 1973 la crisis del petróleo paralizó buena parte de las inversiones y produjo un espectacular aumento del paro en los países desarrollados.

Sector terciario
El sector económico que se dedica a la prestación de servicios a las personas y a las empresas de tal manera que puedan dedicar su tiempo a trabajar o al ocio, sin necesidad de hacer todas las tareas que requiere la vida en una sociedad desarrollada.
El sector terciario se dedica, sobre todo, a ofrecer servicios a la sociedad, a las personas y a las empresas. Lo cual significa una gama muy amplia de actividades que está en constante aumento. Esta heterogeneidad abarca desde la tienda de la esquina, hasta las altas finanzas o el Estado. Es un sector que no produce bienes, pero que es fundamental en una sociedad capitalista desarrollada. Su labor consiste en proporcionar a la población todos los productos que fabrica la industria, obtiene la agricultura e incluso el propio sector servicios. Gracias a ellos tenemos tiempo para realizar las múltiples tareas que exige la vida en la sociedad capitalista de consumo de masas: producir, consumir y ocupar el tiempo de ocio.
El sector servicios aumenta progresivamente con el desarrollo de la sociedad capitalista. Durante el Antiguo Régimen era muy escaso, reduciéndose a las ferias locales, la Administración del Estado y poco más. Comienza a aumentar con los inicios de la revolución industrial, y con la concentración de la población en las ciudades, que hace aparecer en ellas las tiendas permanentes, los servicios bancarios, etc. Además, la Administración del Estado se vuelve más compleja. Se tiende a mejorar la gestión y distribución de los bienes, pero el aumento espectacular se da tras la segunda guerra mundial y el desarrollo del Estado del bienestar. Actualmente es el sector que más contribuye al PIB y el que más población activa ocupa, llegando hasta el 90% en países pequeños y ricos, como Luxemburgo o Bélgica.
Esta inflación de servicios se debe a la producción de bienes de consumo por parte de la industria y a la inversión en servicios. Durante los años 80 y 90 también se ha producido un aumento espectacular de la productividad en los servicios, gracias a las nuevas tecnologías, y sobre todo a la informática. El exceso de capitales, fuerza de trabajo y mercancías producidas, no se puede transferir a otros sectores, lo que implica un aumento del paro espectacular, y estructural, y una inflación de los servicios, único sector con capacidad de crecer a corto plazo.
Pero tener unos porcentajes altos de población activa en el sector servicios no es exclusivo de los países ricos, sino que también en el Tercer Mundo hay esos mismos índices de trabajadores en este sector. La diferencia está en que en el Tercer Mundo no hay industria que sostenga el desarrollo de los servicios, y la mayoría de ellos son servicios personales, domésticos o actividades sumergidas. Es la existencia de grandes ciudades en los países subdesarrollados lo que propicia esta situación, junto a las grandes desigualdades sociales.

Trabajo Decente

La Campaña sobre el Trabajo Decente, promovida por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y apoyada por gobiernos, organizaciones sindicales y asociaciones empresariales de todo el mundo, es una estrategia destinada a lograr un desarrollo sostenible que se centre en las personas, especialmente en los trabajadores.

El “Trabajo Decente” implica que los trabajadores reciban salarios dignos, tengan acceso al empleo sin discriminación, disfruten de protección social en caso de enfermedad, lesiones o gestación y mucho más. Se trata de un elemento clave para la creación de sociedades justas, equitativas e integradoras, basadas en los principios de la creación de empleo, los derechos de los trabajadores, la igualdad entre hombres y mujeres, la protección social y el diálogo social.

El derecho de las personas a organizarse para defender sus intereses de forma colectiva, a través de los sindicatos, y entablar un diálogo genuino como ciudadanos y trabajadores ocupa un lugar central en el Programa de Trabajo Decente.

El Programa de Trabajo Decente de la OIT

El Programa de Trabajo Decente de la OIT persigue el objetivo de lograr un empleo pleno y productivo para todos a escala mundial, regional, nacional, sectorial y local, sobre la base de cuatro objetivos estratégicos:

1. principios y derechos fundamentales en el trabajo y normas internacionales del trabajo;
2. creación de empleo y oportunidades de generación de ingresos;
3. protección social;
4. diálogo tripartito entre los interlocutores sociales: gobiernos, organizaciones de empleadores y organizaciones de trabajadores.

Esos objetivos interesan a todos los trabajadores: hombres y mujeres, tanto en el sector formal como informal; ya sean asalariados o trabajadores por cuenta propia; en el campo, en las fábricas y en las oficinas; en sus hogares o en la comunidad.

En el marco de su Programa de Trabajo Decente, la OIT ha creado los “programas de trabajo decente por país”, que se basan en dos objetivos básicos. Estos programas promueven el trabajo decente como elemento clave de las estrategias nacionales de desarrollo. Al mismo tiempo, combinan los conocimientos, los instrumentos, la promoción y la labor de cooperación de la OIT para ayudar a sus mandantes tripartitos a avanzar en la aplicación del Programa en sus respectivos países. Asimismo, constituyen un instrumento fundamental para integrar mejor la cooperación técnica y las ayudas del presupuesto ordinario y del presupuesto extraordinario a los países.

El trabajo decente y las confederaciones sindicales internacionales

El Programa de Trabajo Decente recibe el apoyo de las principales confederaciones sindicales del mundo, tales como la Confederación Sindical Internacional (CSI), que es la mayor organización sindical internacional del mundo, y la Federación Sindical Mundial (FSM).

El Secretario General de la CSI, Guy Ryder, ha dicho: “Como meta universal para todas las instituciones internacionales, es primordial que la consecución de los componentes básicos del Programa de Trabajo Decente (el empleo, los derechos laborales, la protección social y el diálogo social) oriente todas las políticas económicas y sociales, desde las directrices sobre desarrollo y bienestar social hasta las políticas macroeconómicas y monetarias y las normativas sobre comercio, inversiones y finanzas.

Desde hace tiempo, el movimiento sindical mundial, junto con sus aliados de los partidos políticos progresistas y de la sociedad civil, viene sosteniendo que el trabajo decente para todos debería ocupar el centro de la gobernanza mundial, constituir un objetivo universal de todo el sistema de las Naciones Unidas y de otras instituciones internacionales, como la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial”.

Historia del movimiento sindical uruguayo (desde los inicios hasta 1982)

LOS COMIENZOS DE LA LUCHA POR LA UNIDAD DE TODOS LOS TRABAJADORES
En 1901 se reorganizan numerosos gremios que luchan principalmente por mejoras salariales y la reducción de la jornada laboral.
El año 1905 es sumamente importante para la historia del sindicalismo uruguayo: prácticamente en todas las industrias de Montevideo se organizan sindicatos; se desarrolla actividad sindical en el interior del país (Salto, Soriano, San José, entre otros); la Federación de Trabajadores del Puerto de Montevideo resuelve crear una Federación Nacional de Trabajadores: en el mes de agosto, en el Congreso Obrero Nacional se constituye la Federación Obrera Regional Uruguaya –FORU-, primera central de carácter nacional que tiende a la unidad de los trabajadores bajo los ideales anarquistas: “El Congreso aprobó el llamado pacto federal. En dicho pacto se consagraba el anarquismo como ideología del movimiento sindical...”
Entre 1905 y 1923 se desarrollan gran cantidad de huelgas que tienen como eje reivindicativo la reducción de la jornada de trabajo a 8 horas; muchos son los gremios que declaran la huelga: ferroviarios, portuarios, construcción, Municipio de Montevideo, tranviarios, etc. La respuesta de las autoridades es la persecución y la dura represión a los sindicalistas.
El inicio de una fase de expansión de las economías capitalistas industrializadas alentó en este período nuevos y más exigentes requerimientos de los consumidores europeos. En este contexto, se inscribe el ciclo pecuario exportador de Uruguay e implicó nuevas adecuaciones de los procesos productivos nacionales mediante un vigoroso empuje de la exportación de carnes congeladas y enfriadas a partir de la instalación de los frigoríficos. Se produjo un alza de precios de nuestros productos entre 1905-17 y también un mayor incremento de la demanda como resultado del desarrollo de la Primera Guerra Mundial (1914-1919).
Esta permite la reactivación económica del país desarrollándose los sectores que más directamente se relacionaban con el abastecimiento de los ejércitos en guerra. Después de duras luchas de los trabajadores, en 1915 se obtiene, mediante la aprobación de una ley, la reducción de la jornada laboral a 8 horas.
El modelo propiciado por José Batlle y Ordóñez (presidente entre los años 1903-07 y 1911-15, pero cuyas ideas se extienden más allá de su muerte acaecida en 1929), en lo que se denomina “el primer batllismo”, abarcó la nacionalización y la estatización de empresas, enfrentando al dominio británico aunque propició las inversiones de Estados Unidos, impulsó la industrialización e intentó la tecnificación y transformación de las estructuras agropecuarias promoviendo la agricultura, al tiempo que procuraba la atenuación de algunas injusticias sociales.
Este proyecto reformista representó una nueva correlación de fuerzas sociales y políticas entre las clases dominantes que tuvo como eje a las fracciones industrial y comercial vinculadas al mercado interno. Estas lograron el apoyo de ciertos sectores de las “capas medias” y de trabajadores, desplazando de la conducción política al gran capital agroexportador que, no obstante, continuó siendo dominante.
La política estatista y nacionalizadora impulsada por Batlle y Ordóñez desarrolló una importante infraestructura y monopolios en rubros fundamentales: crédito y seguro, energía, transporte y puertos; colocando al Estado como instrumento modernizador de la estructura del país. El creciente rol estatal se vio favorecido por la expansión ganadera de la cual captó importantes excedentes. El crecimiento de las funciones del Estado, los efectos del proteccionismo industrial promovido, conjuntamente con la acción redistributiva (legislación laboral y social) acrecentaron el mercado interno y fueron soportes del incipiente desarrollo manufacturero.
Varios son los proyectos de leyes de tipo social y laboral que se presentan en el Parlamento, por los distintos gobiernos y representantes nacionales, aunque no todos son aprobados como leyes:
1. Presidencia de José Batlle y Ordóñez 1903-07: proyecto de ley sobre disminución de la jornada laboral (no discutido en el Parlamento). Presidencia de Claudio Williman 1907-11: proyecto de ley sobre accidentes de trabajo (no aprobado).
2. Presidencia de José Batlle y Ordóñez 1911-15: proyecto de ley de jornada de 8 horas y reglamentación de trabajo de menores (aprobado en 1915 y reglamentado en 1916); proyecto de “empréstito de edificación para obreros” (no aprobado); declaración del 1° de Mayo como “Fiesta del Trabajo” (aprobado en 1916). Presidencia de Feliciano Viera 1915-19: proyecto de ley del trabajo nocturno (aprobado en 1918); proyecto que proporcionaba a cada funcionario un asiento para el desempeño de sus tareas “ley de la silla” (aprobado en 1918); proyecto de pensiones a la vejez e invalidez total (aprobado en 1919). Presidencia de Baltasar Brum 1919-23: ley de descanso semanal obligatorio, ley de indemnización por accidentes de trabajo (ambas aprobadas en 1920).
El Censo de 1908 dio un resultado de 1:042.000 habitantes de los cuales 392.400 constituían la población económicamente activa, que fue clasificada en 106.000 trabajadores del sector primario, 210.000 del secundario y terciario y 76.000 jornaleros.
Es indicativo de la expansión económica del período la evolución de la ocupación en manufacturas que en 1889 fue calculada en 22.292 trabajadores agrupados en 2.682 establecimientos; en 1908 había 30.135 obreros distribuidos en 2.345 empresas; mientras que en 1913 eran 42.358, en 1920 pasaron a unos 50.000 y finalmente en 1930 se estimaba en unos 77.500 obreros.
Es importante destacar que en 1908 el 95% del total de empresas ocupaban al 42% de los obreros y artesanos, mientras, que el 5% de los establecimientos al 58% de los trabajadores. Estos cambios cualitativos revelan las nuevas potencialidades que ofrecían a la organización y la lucha sindical estas formas desarrolladas de relaciones de trabajo.
A su vez, los funcionarios públicos que eran 19.000 en 1901 llegaron a ser 52.000 en 1932.
La primera posguerra acarreó para el Uruguay una dura crisis que provocó una aguda desocupación acentuada en los primeros años de la década del ’20: si tomamos el año 1918 como referencia tenemos para 1921 una desocupación del 260% siendo del 520% para 1922. En el marco de una rebaja de precios de exportación y de una retracción de la demanda de los mismos, Uruguay debió pagar la deuda externa –sobre todo con los Estados Unidos- arrojando fuertes déficits la balanza comercial y de pagos. Una nueva recuperación se produjo entre 1924-29, año este último, en el que los efectos de “la gran depresión” golpearon duramente a la economía uruguaya.
La Revolución Rusa de 1917 provocó una fuerte discusión en el seno del movimiento obrero uruguayo que tiene como consecuencia el desmembramiento de la unidad; junto a la FORU, en 1923 se funda otra central: Unión Sindical Uruguaya (USU), bajo la influencia del anarcosindicalismo –corriente anarquista distinta al anarquismo puro de principios de siglo- que mantenía un apoyo crítico a la Revolución Rusa y la presencia de militantes sindicales de origen comunista.
A pesar de los esfuerzos de individuos y sindicatos por recomponer la unidad, y ante un nuevo fracaso de las gestiones en dicho sentido, vemos aparecer en año 1929 otra nueva central sindical: Confederación General del Trabajo del Uruguay (CGTU); bajo el predominio de la tendencia comunista.
Ese mismo año se realiza en Montevideo el Congreso Sindical Mundial, donde participan delegados de América latina, EE.UU. y Francia; integran la Confederación Sindical Latino Americana (CSLA).

LA CRISIS FINANCIERA DE 1929 - LA REPUESTA DE LOS TRABAJADORES
La crisis del capitalismo del año 1929 repercute en Uruguay a través del descenso de los precios internacionales de la carne (1930-31), la paralización industrial, la desocupación, la rebaja de los salarios... llegando al Golpe de Estado del presidente Gabriel Terra (1933), con su represión a toda actividad sindical y política: allanamientos, detenciones, torturas, exilio,...
Este período estuvo marcado por la defensa del movimiento sindical no sólo ya de sus derechos sino también por la defensa de la democracia y la institucionalidad del país, en contactos con otros sectores de la sociedad (Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, FEUU).
Hubo una fuerte resistencia de la clase obrera a la dictadura que se expresa en diversas huelgas y paros: madera, calzado, construcción, textiles, canteras, transportistas, gráficos, carne, etc. Las tres Centrales logran realizar un paro conjunto el día 19 de octubre 1934.
La Guerra Civil Española, la solidaridad con la lucha del pueblo español, fue un factor que también contribuyó a la realización de acciones unitarias por parte de las organizaciones sindicales uruguayas.
A los efectos de favorecer la unificación de los trabajadores, la CGTU se disuelve en 1937, dando paso a la creación de un Comité de Organización para la Unidad Obrera que convocó en Febrero de 1940 a una Conferencia Nacional de Sindicatos con participación de 27 organizaciones; esta Conferencia aprobó un programa que planteaba la lucha por salario mínimo. Seguro de Paro, castigo a especuladores, impuesto a la gran propiedad latifundista, oposición a la dependencia internacional, a la guerra y al servicio militar obligatorio. Se constituyó un Comité pro Unión General de Trabajadores que prepararía “una poderosa Central”.
Luego de las desavenencias provocadas por el pacto Germano-Soviético de 1939, la invasión alemana a la Unión Soviética en 1941 contribuyó a un clima de positivo entendimiento. Así iniciaron su participación en el Comité Organizador del Congreso varios sindicatos autónomos. En este período surgen fuertes sindicatos y federaciones por industria (textiles, metalúrgicos, ferroviarios, FUNSA, frigoríficos, etc.), que también favorecieron las tendencias unificadoras que se concretaron en la creación de la Unión General de Trabajadores UGT en marzo de 1942.
Esta nueva Central logró agrupar a la casi totalidad de las organizaciones obreras del país, y al disolverse la Unión Sindical Uruguaya, convirtiéndose por un tiempo en una presencia significativa.

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL - LAS CENTRALES DE TRABAJADORES y “EL DIRIGISMO ESTATISTA”
La Segunda Guerra Mundial provoca una coyuntura económica favorable para Uruguay, se intensifican las exportaciones de nuestros productos agropecuarios para abastecer a Europa principalmente, generando saldos positivos en nuestra balanza de pagos, permitiendo además que junto a la infraestructura ya existente tome impulso el proceso de sustitución de Importaciones de productos industriales, proceso que fue el eje de la dinamización y crecimiento de la economía durante la década del ’40 y principios de la del ’50 (guerra de Corea).
Así el funcionamiento de la economía uruguaya acentuó la dependencia externa de bienes de capital, materias primas, combustibles.
El liderazgo de Luis Batlle Berres –neobatllismo-, expresión de la fracción industrial evitó compromisos con el Fondo Monetario Internacional (esto a pesar que Uruguay en 1956 adhirió al acuerdo de creación del FMI), aunque no evitó la influencia y la presencia creciente de EE.UU. en lo económico, político, militar e ideológico. En los enfrentamientos entre las fracciones y grupos del capital, representadas por la Federación Rural y la Cámara de Industrias, predominó el proyecto industrialista que venía desarrollándose desde décadas anteriores.
El Estado sigue jugando un papel decisivo como impulsor de este proyecto industrialista: “dirigismo estatista”, es decir la aplicación de una política proteccionista a la industria nacional mediante barreras arancelarias y subsidios, aplicación de una legislación laboral y social que asegurara una mejor reproducción de la fuerza de trabajo, propendiendo a la ampliación del mercado interno al posibilitar una mayor capacidad de consumo de los asalariados, y crecimiento del aparato del Estado (1955: 168.532 empleados públicos en la administración, industrias, y servicios estatales).
A partir del año 1941 se inicia una recuperación del nivel de los ingresos de los trabajadores, no sólo mediante el incremento del salario real sino mediante otros beneficios: ley de Asignaciones Familiares y un conjunto de normas reguladoras de los Convenios Colectivos que se integran en la Ley de Consejo de Salarios (1943); ley de Indemnización por despido (1944), Estatuto del Trabajador Rural (1946); indemnización por despido a enfermos y trabajadoras grávidas (1950), y el salario por maternidad (1958).
Los Consejos de Salario fueron un ámbito de regulación de las disputas salariales, teniendo al Estado como “mediador”; ayudaron no sólo al mejoramiento del salario real sino que posibilitaron la expansión y consolidación de las organizaciones sindicales, ya que la lucha y vigilancia de los sindicatos influyeron en la aprobación y en el posterior cumplimiento de las leyes laborales y económico-sociales en general. Además requirió de dirigentes obreros con conocimientos de la economía y de la situación del país, impulsando así la formación de ellos por parte de sus organizaciones sindicales, tarea a la que también contribuyeron los partidos de izquierda.
En 1955 el número de empresas era de 21.100 las que ocupaban a 161.800 trabajadores, pasando estas cifras en 1958 a 25.600 y 191.408 respectivamente.
Esta nueva realidad económico-social posibilita el surgimiento de un “sindicalismo de masas” que encuentra su inserción en ella, y en la cual los sindicatos se convierten en un grupo de presión sobre el Estado necesitando para ello de una intensa movilización de denuncia, agitación y organización; actividades que nunca descartaron la huelga como medida de lucha de los trabajadores, medida a la cual éstos recurrieron en numerosas oportunidades.
Numerosas son las huelgas que se llevan a cabo por parte de los trabajadores: a las mencionadas anteriormente debemos agregar: tranviarios (1943), paro general en 1945, metalúrgicos y obreros de FUNSA (caucho) en 1946, obreros de la lana en 1950.
Son también numerosos los procesos de organización –muchos de ellos acompañados además de paros y huelgas- de los funcionarios tanto públicos como privados: bancarios (AEBU 1942), prensa (APU 1944), obras sanitarias estatales (FFOSE 1946), municipales (ADEOM 1947), energía (AUTE 1949), combustible (FANCAP 1951).
La UGT se vio enfrentada a problemas de orden político: algunos de ellos se generaron a partir de su propia fundación como lo fue el apoyo al Servicio Militar Obligatorio y a otras obligaciones militares que se impusieron sobre los trabajadores enmarcadas en la lucha antifascista: otros se generaron a partir de apreciaciones sobre determinados conflictos obreros como lo fue la huelga de los frigoríficos de 1943, solidaria con los obreros del Frigorífico Nacional acusados de sabotear un embarque de carne a Inglaterra, o la postura adoptada frente a la huelga de los trabajadores areneros de Boca de Rosario de 1945; y también por divergencias de criterios sobre el manejo interno de la vida sindical.
Estos hechos y otros provocaron el alejamiento de varios sindicatos importantes de la UGT (Comercio, Panaderos, Carne, Ferroviarios), a pesar de ello en el Congreso de 1946 estaban representados 116 sindicatos.
También contribuyeron para la desunión del movimiento sindical la situación política internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial, y la influencia en Uruguay de los esquemas propios de la “guerra fría”. En 1951 se funda la Confederación Sindical del Uruguay (CSU), central que proclama abiertamente objetivos divisionistas de los trabajadores: lucha contra el comunismo y el aislamiento de los comunistas. Logra reunir una cantidad de sindicatos nuevos y varios sindicatos autónomos, con una diversidad considerable de posiciones. Esta central surge en el ámbito mundial de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), y en el americano de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), bajo el predominio de las centrales norteamericanas American Federation of Labor (AFL) y Congress of Industrial Organizations (CIO).

LA DÉCADA DE 1950 - LOS SINDICATOS PULEN SUS MECANISMOS DE UNIDAD
A pesar de la desunión reinante entre las organizaciones sindicales, los sindicatos no pierden su capacidad de movilización y lucha en la defensa de sus intereses: en 1951, a raíz de una huelga solidaria con los trabajadores de ANCAP, se crea por parte de gremios autónomos la Coordinación de Gremios Solidarios con la esperanza de unir a las dos centrales y a los gremios autónomos. Su actividad no fructificó en tanto no se obtuvo la unidad de las organizaciones de los trabajadores.
En 1952, el poderío de las organizaciones sindicales y su capacidad de movilización provocaron que el gobierno impusiera por dos veces, las Medidas Prontas de Seguridad: abril, contra una huelga llevada a cabo por los trabajadores de Salud Pública: setiembre-octubre, contra los trabajadores del transporte, y los demás gremios en general. En esta ocasión cientos de dirigentes sindicales fueron detenidos y trasladados en esa condición a cuarteles del interior del país.
En los años 1953, 1954, 1955 y 1956 se desarrollan varios conflictos que van pautando una unidad gradual de los distintos sindicatos: textiles (1953 y 1954); metalúrgicos y bancarios (1955); frigoríficos (1956). La huelga de los trabajadores de la carne significó un paso muy importante en pro de la unidad de todos los trabajadores. Dos paros generales solidarios, grandes manifestaciones de trabajadores de todos los gremios que comenzaron a corear la consigna: “Unidad sindical, una central”. En agosto de 1956, a instancias de la Federación Autónoma de la Carne, surgió una Comisión coordinadora pro central única de trabajadores.
Dicha Comisión Coordinadora vio entorpecida su labor por acontecimientos externos –los sucesos de octubre de 1956 en Hungría-, que fueron invocados por la Confederación Sindical del Uruguay para retirarse de las negociaciones en pro de la unidad de los trabajadores: pero cumplió una labor eficaz en cuanto a coordinar las acciones de solidaridad con los distintos conflictos que se desarrollaron en esos años: arroceros, tamberos (1957), remolacheros (1958), conflictos que pusieron a la luz pública las condiciones de explotación y miseria de los trabajadores rurales y significó la incorporación efectiva, al movimiento organizado de los trabajadores, de sectores que hasta ese entonces habían tenido muy poca significación organizativa, como lo eran los trabajadores rurales.
La ocupación y puesta en marcha bajo control obrero de la planta de FUNSA (Fábrica Uruguaya de Neumáticos S.A.), significó la utilización de nuevos recursos tácticos a nivel gremial (1958).
La lucha de la Universidad de la República y la de sus distintos gremios, por conseguir la aprobación de la Ley Orgánica (1958), permitió su encuentro con las organizaciones sindicales de los trabajadores que bajo la consigna de “Obreros y estudiantes unidos y adelante”, realizaron múltiples manifestaciones populares.

CRISIS ECONOMICA - LOS TRABAJADORES FORJAN SU UNIDAD
La recuperación económica de la posguerra dio lugar a un replanteo de las estrategias de dominación de las potencias capitalistas mundiales, que bajo la hegemonía de Estados Unidos, se lanzaron a la penetración de las economías dependientes presionando a la internacionalización de sus mercados internos. Se desarrollaron nuevas técnicas productivas que requirieron la articulación de espacios económicos supranacionales.
En Uruguay -frenada la expansión de las fuerzas productivas de la etapa sustitutiva de importaciones- el estancamiento primero, y la crisis posterior, crearon las condiciones para que se planteara un reajuste de la economía. En los comicios de 1958triunfa el Partido Nacional accediendo al gobierno luego de más de 90 años de ejercicio gubernamental por parte del Partido Colorado.
Con el Partido Nacional accede al gobierno el sector económico agroexportador que lleva adelante diversas acciones, entre ellas una reforma cambiaria y monetaria (1959), tendientes todas ellas a desmontar la legislación económica y fiscal de carácter proteccionista: se cuestiona fuertemente el papel intervencionista del Estado, la redistribución del ingreso en favor de los sectores urbanos, y la protección a la industria.
Junto a medidas de orden interno el gobierno opta por firmar en 1959, con el FMI una “Carta de Intención” –la primera en la historia de nuestro país- para conseguir préstamos que favorecieran al sector agropecuario exportador, cuya competitividad en el mercado internacional posibilitaría la dinamización de nuestra economía.
Los sectores industrial y comercial, en directa relación con el mercado interno, lucharon por preservar sus intereses en determinados momentos con el poder político.
Los trabajadores no sólo resisten la nueva orientación de la política económica, que intenta sacarle los derechos económicos y sociales tan duramente conquistados en las décadas anteriores, sino que levantarán una plataforma con soluciones para la grave situación que atraviesa la sociedad uruguaya.
Esta etapa conflictiva generó por los distintos gobiernos de la época, una respuesta recurrente: Medidas Prontas de Seguridad (1959, 1963, 1965 -dos veces-). Otra medida fue la aprobación de una Reforma Constitucional (1966), que concentró más atribuciones de autoridad en el Poder Ejecutivo, buscando así mecanismos legales y jurídicos adecuados a la nueva situación.
Algunos datos nos permiten observar mejor la crisis que vivía la sociedad uruguaya: entre 1946-50 la tasa de crecimiento productivo alcanza el 4%, entre 1961-65 es del 0,3%; entre 1957 (base 100) y 1962 el salario real desciende al 89,5%, entre 1963 y 1968 se reduce un 17%; entre los años 1955 y 1965 la desocupación pasa de un 3,5% al 10%.
En 1958 los 25.626 establecimientos industriales ocupan a 191.408 trabajadores, en 1960 dichas cifras se sitúan en 27.642 y 207.204 respectivamente. Hacia fines de la década de 1960 la cantidad de empleados públicos se calcula en 193.000.
Varios son los conflictos a los que se ven enfrentados los distintos gremios y sindicatos: una investigación parlamentaria pone al descubierto fraudes y estafas contra el Estado por parte de los capitales norteamericanos en la industria frigorífica; lo cual provoca una situación muy delicada para la Federación Autónoma de la Carne a partir de fines de 1957; los obreros de la industria papelera, teniendo como eje el conflicto en la empresa CICSSA, llevan adelante una dura lucha luego de la cual, y ante la traición de la CSU la mayor parte de los sindicatos se retiran de ella quedando esta central reducida tan solo a un nombre para nada representativo de los trabajadores uruguayos, y manteniéndose a través de las ayudas internacionales, principalmente de origen norteamericano.

EL CONGRESO DEL PUEBLO - NACIMIENTO DE LA CENTRAL (C.N.T.)
En abril de 1959 la Comisión Coordinadora –creada en 1956-, llamó a una reunión con el carácter de “asamblea consultiva de sindicatos”, la cual se realizó el mismo mes de abril; luego de otras dos reuniones en 1959 (agosto y octubre), se realizó el “Congreso de Unificación Sindical”, el cual inició sus sesiones el 9 de diciembre de 1959, con la intención de constituir una “central única”; luego de sucesivos cuartos intermedios que se prolongan hasta junio de 1961, culmina con la creación de la “Central de Trabajadores del Uruguay” (CTU), no “única” en la medida que los propios sindicatos que participaban de ella entienden que no pueden prescindir de otras organizaciones que habían decidido no integrarla.
El Congreso, en abril de 1960 realiza un llamamiento a todas las fuerzas populares y a los poderes públicos para enfrentar la política del FMI.
En mayo de 1964 los gremios textil, gráfico y de Funsa, acordaron con la CTU la convocatoria de una Convención Nacional de Trabajadores.
En setiembre de 1964 se reúne la Convención y decide:
• Convertirse en un órgano coordinador de la CTU con todos los sindicatos.
• Convocar a una jornada de protesta con un paro general nacional para el 6 de abril de 1965, precedida de grandes asambleas en las que se discutieran los puntos de la propuesta programática aprobada por la Convención. Llamar a otras fuerzas sociales para participar en dicha jornada.
• Convocar para agosto de 1965 un Congreso del Pueblo, donde participaran organizaciones de los sectores populares: estudiantes, profesionales, cooperativas agropecuarias, iglesias, etc.
• Discutir la propuesta programática de la Convención Nacional de Trabajadores y formular un programa que fuera representativo de todos los sectores populares, y no sólo de los trabajadores.
El Congreso del Pueblo se realizó precedido del paro de abril; concurrieron a él casi 1.100 delegados representando a más de 700 organizaciones sociales.
En octubre de 1966 se reunió el Congreso de Unificación Sindical, mediante el cual la CNT dejó de ser la Coordinadora de Sindicatos para convertirse en la central de los trabajadores uruguayos.
Dicho Congreso dotó a la CNT de un Estatuto, una Declaración de Principios, un Programa, una dirección, y de un funcionamiento democrático de sus congresos.
La Declaración de Principios reafirmó el carácter autónomo del movimiento obrero, vinculó la lucha nacional con la unidad latinoamericana, antiimperialista y reafirmó también la fraternidad y solidaridad internacional de todos los trabajadores.
El Programa proponía una serie de medidas tendientes, no sólo a superar la crisis sino a desarrollar económica, social y políticamente el país; reforma agraria e industrial, nacionalización de los monopolios y del comercio exterior, reforma de la política de inversiones públicas, reforma tributaria, crediticia y bancaria, reforma de la seguridad social, de la educación y de la cultura.
Este proceso de los trabajadores uruguayos recogía una rica tradición histórica: desde comienzos del siglo XX los trabajadores y sus distintas organizaciones sindicales habían bregado por la unidad de todos: 1966 fue el año de la concreción.
También dicho proceso de unidad fue solidificado en medio de conflictos y luchas; entre el final de la década de 1950 y 1965 se desarrollaron conflictos muy largos en la industria, en los organismos públicos y en las empresas rurales, que obligaron a las distintas organizaciones públicas y en las empresas rurales, que obligaron a las distintas organizaciones sindicales a desplegar una energía muy grande, y provocaron la solidaridad del conjunto de los trabajadores: luchas por derechos sindicales, seguros de enfermedad y otros beneficios sociales, por la tierra y contra la desocupación, contra la congelación de salarios, etc. Entes autónomos (UTE y otros en 1959), textiles (1960), tabacaleros (de1960 a 1961), metalúrgicos de TEM (1961) y Aluruguay (1962), frigoríficos (1962 y 1963), bancarios, funcionarios municipales, de la Administración Central y Descentralizada del Estado (1963, 1964 y 1965), personal de Lanasur (1964 y 1965, marchas de los trabajadores rurales, azucareros (1962, 1964 y 1965).
La crisis económica golpea fuerte a los sectores populares y éstos responden a través de una serie de medidas de lucha que llevan al enfrentamiento con las políticas gubernamentales, optando el Poder Ejecutivo por implantar las Medidas Prontas de Seguridad (octubre de 1967).
A medida que la crisis se profundizaba, que se planteaban nuevas y más continuas situaciones coyunturales, retornan dentro de la CNT las discusiones las discusiones que derivaban de distintos enfoques de apreciación de la realidad del momento: enfoques vinculados tanto a las experiencias de los distintos gremios y sindicatos como a las apreciaciones que los dirigentes de las organizaciones sindicales tenían en función de sus diferentes visiones políticas. Es así que en torno a esta problemática sobre la situación política, la metodología a seguir para mejor enfrentar las medidas gubernamentales contra los intereses de los trabajadores y de los sectores populares.
Las tácticas mejores para la acumulación estratégica de fuerzas en el plano sindical, llevan a la constitución de agrupamientos sindicales que enfrentan a una conducción mayoritaria de la CNT con la denominada “tendencia”.

CRISIS POLITICA - LAS RESPUESTAS DE LOS TRABAJADORES.
Muerto el Presidente Oscar Gestido (marzo-diciembre 1967), -cuyo triunfo electoral (noviembre de 1966) le permitió al Partido Colorado volver al ejercicio de gobierno-, asume el mando el hasta ese entonces Vicepresidente Jorge Pacheco Areco(diciembre 1967 – marzo 1972). Durante su mandato se profundiza el modelo conservador ligado a los intereses de los sectores agroexportador, financiero, comerciales, vinculados directamente a la exportación. Calificados integrantes de estos sectores económicos participan directamente en el gabinete ministerial, el Estado redefine su rol modificándose así los mecanismos tradicionales de dominación política, aumentando en forma predominante la autoridad del Poder Ejecutivo; se gobierna mediante el uso casi permanente del recurso constitucional de las Medidas Prontas de Seguridad, como del decreto presidencial.
En un contexto generalizado de crisis que provocó un permanente descontento popular, aparecieron en la sociedad uruguaya de entonces, nuevas expresiones políticas: la guerrilla y el agrupamiento político de prácticamente toda la izquierda al constituirse el Frente Amplio (5/2/1971).
La política “estabilizadora” del gobierno de Pacheco Areco basada en la congelación real de los salarios, no así de precios, hizo que el salario real de 1968 fuera el más bajo de la década de 1960: en 1970 las organizaciones sindicales a través de sus luchas habían logrado que el salario real fuera un 11% superior al de 1968.
La política del FMI aumentó su insistente presencia atribuyendo la causa de la inflación a los aumentos de salarios, al déficit fiscal y a la generalización del crédito. Fue de tal determinación y dureza esta política fondomonetarista que la inflación pasó del 182% entre junio de 1967 y julio de 1968, a no superar el 25% entre 1969 –1971.
Si bien la producción creció en los años 1969-1970, descendió en 1971: aumentaron los ingresos basados en las exportaciones al subir los precios internacionales de la carne y someter a la población uruguaya a la veda de su consumo. Al ser 1971 año electoral el gobierno optó por un aumento controlado de los salarios, las jubilaciones y pensiones, llegándose a un 61% sobre lo percibido en 1968.
Al triunfar nuevamente el Partido Colorado y dentro de él la fracción que respondía a los mismos intereses que el gobierno anterior, asume la presidencia Juan M. Bordaberry (marzo de 1972); aumentaron los precios al consumo, descendieron los salarios y las pasividades en un 17% y 22% respectivamente durante el año 1972.
La polémica planteada en el seno de la CNT acerca de cuál era la mejor forma de enfrentar la política del gobierno, la capacidad de lucha de las organizaciones sindicales... se acentúa con la profundización de las medidas antipopulares por parte de las autoridades nacionales. Se llega así al I y II Congreso de la CNT (1969 y 1971) donde la polémica gira principalmente en torno a estos temas; a pesar de no llegar a un acuerdo frente a estas cuestiones, ya que puestas a votación hubo mayorías y minorías claramente diferenciadas dentro de la CNT, la unidad de los trabajadores no se quebró, y la central aumentó el número de organizaciones afiliadas a ella.
Grandes y duros conflictos sindicales tuvieron que afrontar los trabajadores:
• 1968: varios paros generales convocados por la CNT; detención de muchos dirigentes sindicales; allanamiento del local de la CNT; militarización de miles de trabajadores estatales, reclusión de ellos en cuarteles y dependencias militares, separación y destitución de sus puestos de trabajo; muerte de varios estudiantes... el Ministerio del Interior recaba las cifras de 234 huelgas y 446 paros.
• 1969: son los municipales (ADEOM), en una de cuyas manifestaciones es muerto un obrero del gremio; los obreros de la carne, los de energía y teléfonos (UTE), bancarios (AEBU) cuyo conflicto llevó a su militarización, a la declaración de desertores a unos 2.000 de ellos, y a la destitución de 181 empleados.
• 1970: transportistas municipales de Montevideo (AMDET), trabajadores de Salud Pública y de la Federación Uruguaya de la Salud (FUS), del caucho, de Enseñanza Secundaria, metalúrgicos.
• 1971: prensa, textiles, trabajadores rurales, azucareros del norte (cañeros) realizan hacia Montevideo su quinta marcha, obreros de celulosa (CICSSA), muerte de estudiantes.
• 1972: al otro día de un paro general de carácter nacional (13 de abril), las acciones del Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros incidieron aun más en la ya compleja situación política. Ataque a locales políticos (Seccional 20 del Partido Comunista), muerte de militantes políticos y sindicales, paros sucesivos y una gran concentración el 1° de Mayo dan importancia a la lucha por la libertad de los presos, contra la represión.
Se realiza entre el 12 y 14 de mayo, el I Encuentro de Comités de Base de la CNT, son numerosos los conflictos gremiales y sindicales: caucho, celulosa (CICSSA), química (BAO), radio-electricidad, varios gremios textiles, bancarios (AEBU), gráficos, prensa, los ferroviarios toman el control del funcionamiento de los trenes: transporte, salud, enseñanza.

GOLPE DE ESTADO y DICTADURA MILITAR
• 1973: en febrero se produce una crisis política ante el desconocimiento por parte del Ejército y la Aviación, del nuevo Ministro de Defensa, crisis que repercute en el movimiento sindical ante la emisión por parte de los mandos de dichas Fuerzas Armadas, de los comunicados 4 y 7 de los días 9 y 10 de Febrero, en los cuales se planteaban algunos puntos reivindicados en distintas proclamas y documentos de los trabajadores y organizaciones políticas de izquierda.
El 27 de junio se produce el Golpe de Estado por parte del Presidente de la República Juan M. Bordaberry con el apoyo de las Fuerzas Armadas, las que irán imponiéndose hasta desplazar a aquél del gobierno y colocar en su lugar (1976) primero a Alberto Demichelli, posteriormente a Aparicio Méndez y en 1981 al Tte. Gral. Gregorio Alvarez.
El mismo 27 de junio de 1973, en la madrugada, todos los trabajadores sindicalizados comienzan la ocupación de sus lugares de trabajo, haciendo lo mismo los estudiantes de los distintos centros de estudio, dando comienzo así a la huelga general en oposición al golpe de Estado.
La política económica neoliberal que preconiza el crecimiento en base a una apertura del mercado a la economía internacional teniendo como eje algunos sectores de la producción pecuaria e industrial, así como la creación de una plaza financiera a nivel regional, tuvo en las Fuerzas Armadas un decidido impulsor que no sólo logró superar la crisis de liderazgo entre los sectores de la clase dominante, sino que aunó criterios en dichos sectores para, por medio de la fuerza, solucionar la crisis de dominación en la sociedad uruguaya.
Para el logro de las metas propuestas es necesario reducir la intervención del Estado, reducir sus costos, incrementar la rentabilidad empresarial privada para así favorecer la inversión, la producción, y como consecuencia de ello el empleo. Entre 1974-1980 el Producto Bruto Interno creció a un ritmo acumulativo anual del 4,5%, teniendo a las Finanzas, al Comercio, a la Industria, a la Construcción, y a la Pesca como las actividades de mayor crecimiento. En 1982 se produce una fuerte caída de la actividad económica, llegándose a los niveles de 1978.
Para los trabajadores esta política económica significó que:
• Entre los años 1972 y 1983 el salario real bajara un 54,22%, -la participación de los salarios en el ingreso nacional pasara del 36% en 1971 al 23% en 1979.
• Las condiciones de vida de los sectores populares se deterioraron rápidamente: reducción del consumo, dos o tres trabajos, más miembros del núcleo familiar volcados al mercado laboral en edades más tempranas, incremento de la participación de la mujer en el mercado de trabajo, incremento de las actividades económicas informales, emigración...
Como ya fue indicado más arriba, el mismo día del golpe de Estado los trabajadores con la ocupación de sus lugares de trabajo dieron inicio a la huelga general, esta actividad se desarrolló en medio de medidas de fuerza, represión a toda movilización popular, desocupaciones de los lugares de trabajo... por parte de las Fuerzas Armadas y de la Policía, el 30 de junio el gobierno dictatorial ilegalizó a la CNT, detuvo a dirigentes y militantes sindicales, el 4 de julio por medio de un decreto, se autorizaba el despido sin indemnización de los trabajadores en huelga, el 9 de julio se realizó una manifestación popular de todos los sectores opuestos a la dictadura, la que fue duramente reprimida. Al cabo de dos semanas, la huelga, luego de intensas discusiones a nivel de la dirigencia de la CNT, fue levantada.
De allí en adelante, el gobierno dictatorial intentó a través de diversos procedimientos, la destrucción del movimiento sindical, reglamentación sindical a través de las “garantías de trabajo” (julio de 1973), decreto 622 que reglamentaba la constitución y funcionamiento de los sindicatos, regulaba las huelgas, los procedimientos judiciales y laborales (agosto de 1973), convocatoria a la creación de Comisiones Paritarias por Empresa (febrero de 1977). Estos procedimientos encontraron siempre la misma respuesta: la oposición tajante de los trabajadores, si fueron acaso consultados, o el desinterés puesto de manifiesto como forma de protesta.
En 1979 el régimen intenta nuevamente atraer a los trabajadores, el gobierno elabora un Proyecto de Reglamentación de los Sindicatos, e inicia a través de algunos militares una serie de entrevistas con dirigentes sindicales para recomponer las organizaciones de trabajadores. A través de dichos dirigentes la tradición “clasista, independiente y solidaria” del movimiento sindical uruguayo se hizo presente.
En estos años suceden hechos políticos de suma importancia: los militares comienzan en 1980, una ronda de conversaciones con personalidades de algunos partidos políticos habilitados; en noviembre de 1980 el gobierno dictatorial sufre una gran derrota en las urnas al pretender que su proyecto político tuviera carácter constitucional; en noviembre de 1982 se realizan las elecciones internas para elegir las autoridades de los partidos Colorado, Nacional y Unión Cívica, los candidatos que estaban relacionados con los postulados de la dictadura son ampliamente derrotados.